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No creo ni en el horóscopo, ni en la brujería, ni en los OVNI, pero cuando me subí al coche con Chino, Rod y Giggs para ir hacia Toulouse al European Blues Challenge 2013 tuve una corazonada. Y se lo dije: “creo que vais a quedar segundos”. Los conozco desde hace muchos años y sé que la mayoría de personas que asisten a uno de sus directos no lo olvidan fácilmente. Por esta regla de tres, el jurado debía apreciar su talento. Aunque seguro que competirían con otras bandas de gran nivel musical, con lo cual algo me decía que el segundo peldaño del podio era factible.

Llegamos al Grand Hôtel d’Orléans hacia la medianoche del jueves, poco después de cenar en el Mc Donald’s que hay en la entrada de la ciudad del sur oeste de Francia. Rod condujo los cuatrocientos quilómetros que separan el barrio de Vallcarca de Barcelona y Toulouse. Las expectativas eran grandes y el European Blues Challenge se presentaba como una oportunidad única para conocer programadores de cualquier país, lo de ganar o no, era secundario. Ni para Chino & The Big Bet ni para los numerosos aficionados y amigos que los acompañaron hubiera sido una decepción no subir a recoger un premio en la sala de fiestas Le Bikini, donde se iba a celebrar el concurso.

Después de una cervecita y un taco de carne y salsa de queso, a las dos y cuarenta del viernes Chino, Rod y Giggs pisaron por primera vez el escenario donde iban a tener sus veinte minutos de gloria. La prueba de sonido fue rápida, apenas diez minutos de los veinticinco que estaban programados. Dormir un poco en el hotel, arreglarse en la habitación y de nuevo hacia Le Bikini para preparar unos de los grandes momentos de la carrera de estos tres músicos que han instalado su cuartel general en Barcelona.

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En el camerino, compartido con los músicos austríacos (buena gente), momentos para calentar las extremidades, repasar algunos finales, cronometrar algunos temas. Cigarrillos y alguna cerveza, poca, y pollo con salsa y patatas al horno para llenar el estómago. Y es después de la cena que veo a Chino nervioso por primera vez en mucho tiempo. Es consciente del trampolín que puede suponer el European Blues Challenge para su formación. El premio da igual, pero en veinte minutos deberá convencer al público y a los programadores y sabe que puede haber un antes y un después de Toulouse.

22.30h. Llega el momento y su energía invade la sala. Aunque las prisas para no perder tiempo son algo evidentes y la guitarra de Chino se desafina por el cambio  tan radical de temperatura, el trío barcelonés tiene al público metido en el bolsillo al cabo de dos canciones. Bad Boy Blues, Your love is dinamyte o Hush fueron los grandes éxitos de una actuación que levantó aplausos entusiastas en los solos de cada uno de los miembros de la formación. Final y ovación.

Felicitaciones de todo tipo, de organizadores, de programadores, de aficionados al blues, de otros músicos. El objetivo se había cumplido: sorprender. Al día siguiente, en el mercado profesional de blues, una de las atracciones fue Chino y su Big Bet, recibiendo el interés de programadores de festivales de toda Europa. Ahora tan solo quedaba una duda… qué había considerado el jurado. Del “no, seguro que no ganamos” al “y por qué no?!”, aquel sábado todo era posible. De hecho, aún quedaban diez bandas por subir al escenario de Le Bikini. Y yo, claro, seguí con mi premonición. “Segundos, hacedme caso, vais a quedar segundos”, les fui repitiendo.

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“And the second place of the European Blues Challenge is for… lo voy a decir en castellano: Chino & The Big Bet”, exclamó Jean Guillermo, vicepresidente de la European Blues Union. Los tres músicos que meses antes ya habían ganado el concurso en España se consolidaban ahora como una de las bandas de referencia del blues europeo. Sonrisas, abrazos y flashes. Una pequeña jam con los demás premiados y a celebrarlo con la gente de la Societat de Blues de Barcelona que vino a dar todo su apoyo.

Antes de la entrega de premios nos repetimos una y otra vez que si no ganaban no pasaba absolutamente nada. Sí, de acuerdo, pero quedar segundos de Europa es la hostia, más cuando compites con otros veinte países y el jurado está formado por seis expertos del género. Al mediodía del domingo, maletas, devolver las llaves del hotel, algunas fotos con el galardón y au revoir, Toulouse! Una ciudad de la cual no puedo escribir maravillas, porque no tuvimos tiempo de visitarla, pero que siempre quedará en la memoria del blues barcelonés como el lugar en qué Chino, Giggs y Rod consolidaron sus trayectorias en el ámbito internacional. ¡Felicidades, chicos! Segundos… ¡si es que ya os lo dije!

Eric Lluent

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La Barcelona de principios del siglo actual se había convertido en el punto de encuentro de muchos músicos de calle internacionales que veían la capital catalana como una excelente oportunidad para ganarse la vida haciendo lo que les pedía el cuerpo. Cualquier rincón del Gótico parecía ser un buen escenario y el público, cada día cambiante, estaba dispuesto a recompensarles el buen momento vivido con unas monedas o comprando su disco autoeditado. La ciudad se convirtió en la referencia de la música callejera de Europa, un espacio con muy poca regulación, escasa presión policial y gran afluencia turística. En tal contexto, aquéllos con más talento se conocieron y empezaron proyectos musicales de gran atractivo, algunos de ellos incorporando músicos locales, menos acostumbrados a pisar la calle con su instrumento pero con más estudios académicos. “En el 2004 yo estudiaba en el Conservatori Liceu y empecé a hacer calle con una banda de dixieland, Los Krokodillos, en la que todos eran extranjeros menos yo. Esta experiencia me dio resistencia, tocábamos hiciera frío o calor. Pero la calle es muy dura”, recuerda Martí Elías, batería de Bernat Font Trio y que próximamente grabará disco con el pianista canadiense afincado en Nueva York Gordon Webster. En el ámbito del blues, el ragtime, el swing y el manouche, se forjaba en esos momentos la generación ‘street jazz’ de los 2000, los integrantes de la cual se vieron gravemente afectados por los cambios en la normativa para músicos de calle de Ciutat Vella y la Ordenanza del Civismo que entró en vigor el año 2006.

Fue entonces cuando unos pocos apasionados del jazz decidieron quedarse en Cataluña e impulsar proyectos musicales autogestionados, sacando dinero de los bolos que les salían en las salas que programaban. Es el caso del serbio Iván Kovacevic, contrabajista de Mambo Jambo y Bernat Font Trio, entre otros, el ruso Mikha Violin, líder de Los Krokodillos, o el argentino Hernán Senra, más conocido como ‘Chino’, fundador de grupos como Down Home, Shine o Chino & The Big Bet. “Antes en la calle en dos horas te podías sacar 20.000 pesetas. Era la época dorada de la música callejera de Barcelona, pero eso se acabó”, lamenta Senra. A día de hoy, los horarios y espacios están regulados, incluso el número de músicos que pueden actuar en una formación. “Después de la regulación uno ya no sé puede ganar la vida tocando en la calle así que hemos buscado otras formas de salir adelante. Yo ahora estoy en cinco bandas distintas y por eso me salen más conciertos”, explica Violin.

La internacionalización de estos músicos que se forjaron en la intemperie no es una novedad, pero sí que hay que apuntar que en los dos últimos años la actividad se ha intensificado. Uno de los casos más gráficos es el de Kovacevic, que durante el 2012 ha estado trabajando en países como Colombia, Méjico o Corea del Sud. El contrabajista serbio llegó a Cataluña el año 2001 y uno de sus sueños era viajar con su instrumento y conocer nuevas culturas. “Me ha sorprendido la presencia del blues europeo y americano en Corea del Sur y en Méjico, en Colombia es más difícil de encontrar”, reflexiona Kovacevic después de un año de vuelos intercontinentales. Hablando de escenas de blues activas, la de Barcelona no tiene nada que envidiar a la mayoría de capitales europeas. Como explica Miriam Aparicio, presidenta de la Societat de Blues de Barcelona, cada noche en la capital catalana se pueden encontrar dos, tres o cuatro conciertos y jams de blues. “Ahora hay más locales pequeños que programan que hace 10 años, más músicos que tocan blues. Otra cosa es la situación laboral de éstos, que se ha estancado o empeorado, como todo”, analiza Aparicio.

Como símbolo de la consolidación de la exportación del blues y el swing nacido en las calles de Barcelona, el proyecto musical Chino & The Big Bet ha sido seleccionado para representar España en el European Blues Challenge que se celebrará el mes de marzo en Toulouse (Francia). La formación liderada por Hernán Senra, voz y guitarra, y con el argentino Rod Deville en el contrabajo y el joven batería granadino Giggs Nother (todos ellos afincados en la capital catalana desde hace años) llevará su ritmo fresco y gamberro a un escenario que se presenta como una oportunidad única para llegar a programadores y organizadores de festivales de todo el continente. “La música no es sólo tocar, no es sólo la técnica del instrumento. Se trata de ser auténtico arriba del escenario sin imitar a nadie. Eso es lo que han hecho los grandes y es lo que queremos hacer en Toulouse y cualquiera de nuestros conciertos”, subraya Senra, que organiza la jam de blues del Harlem Jazz Club barcelonés cada martes desde hace siete años. Si ganan en Toulouse, irán al International Blues Challenge que se organiza anualmente en Memphis (Estados Unidos). Precisamente esta semana están participando en el concurso de Memphis los Suitecase Brothers, dúo formado por los hermanos catalanes Víctor y Pere Puertas, representando la Societat de Blues de Barcelona. Ellos también intentaron ganarse la vida en la calle pero en 1999 les requisaron todo el equipo en Las Ramblas porque iban con amplificación y la multa aún la recuerdan. Todos estos músicos, y más, forjan una generación de la que podemos disfrutar casi cada noche en locales como el Milano, el Harlem, el Pipa Club, el Honky Tonk o la Casa Fuster. No se dejen engañar si sus nombres aun no les suenan. Les sorprenderán.

Texto y foto: Èric Lluent

Sólo un músico que ha crecido profesionalmente en la calle podría protagonizar un gesto como el que se vio anoche encima del escenario del Coliseum de Barcelona, en la Gran Vía con Rambla Catalunya. Pasaba media hora de las ocho de la tarde y la maratón de blues y boogie del Festival Internacional de Jazz de Barcelona seguía su guión. Encima del escenario The Big Bet, con Rod Deville en el contrabajo, Martí Elías en la batería y Chino al dobro y a la voz. Última canción. Y Chino se acerca al micro no para cantar sino para explicar algo que, según él, no se puede callar. Se ve que la empresa contratante había dispuesto una mesa en la que el público podía adquirir los discos –autoeditados- de las bandas que conformaban el cartel de la noche. Al llegar al teatro la empresa les informa que el 25 por ciento de las ventas se las quedará la organización. Chino decide no dejar ni un cd encima de la mesa. Después de narrar lo sucedido ante el público, abre su maleta plateada, la deja abierta en el borde del escenario y se dirige a platea: “tomen ustedes estos cd’s, esta noche se los regalo”.

Conozco a Chino desde hace más de cuatro años. Es un muy buen amigo y os podría contar mil historias de sus conciertos y los proyectos que lidera –otro día lo haré- pero la de domingo fue la mejor actuación que le he visto nunca y, curiosamente, no le hizo falta tocar ni una sola cuerda de su inseparable dobro. La canción que sonó fue la de la dignidad de aquellos músicos que demasiadas noches se ven ninguneados por amos de locales que no saben ni porque programan música y que madrugan para actualizar su web y su facebook, comen deprisa para ir a dar clase y se duermen pasadas las dos después de actuar en cualquier bar de la ciudad.

Chino abrió la maleta y la gente se abalanzó a coger los discos. No quedó ni uno y había unos cincuenta. Después, aquellos que quisieron se acercaron para dejar unas monedas o algún billete. A él, que creció tocando en las calles del centro de Barcelona, esta escena le debería llevar buenos recuerdos. Al final, aplausos entusiastas. El concierto no estuvo mal. La lección fue maravillosa.

Eric Lluent.